ACERCA
DE MUSULMÁN O BIOPOÉTICA Y CÁLCIO
Julián
Axat -
Antonio Pádua Fernandes
Horacio Cecchi, Julián Axat y Antonio Pádua Fernandes
En
el atardecer del miércoles 29 de mayo, Salón Auditorio Islas Malvinas de La
Plata, presentamos los libros “Musulmán o biopoética” de Julián Axat y “Cálcio”
de Antonio Pádua Fernandes.
Ante
una nutrida audiencia, Axat habló acerca de “Cálcio”, y se generó un
interesante contrapunto de ritmos al poder oír los textos en la voz del
presentador y en la de su propio autor, Antonio Pádua Fernandes.
“Un
día hace ya algunos años, un poeta brasilero caminaba por calle Corrientes, y
en una vidriera de una librería halló un libro cuyo título lo sorprendió.
Entonces lo compró de inmediato y al tiempo se puso en contacto con el autor.
El otro poeta buscaba voces a la distancia, intentaba entrelazar versos como
pistas perdidas en la creencia obsesiva de que toda Latinoamérica está sembrada
con los huesos de jóvenes olvidados y sacrificados. Por lo tanto, los versos que
eventualmente pudieran juntarse, podrían tejer un manto de amor y potencia; no
solo de recuerdo. Y esa posible textura de extraño Frankenstein tendría que trascender
fronteras, y referir a nosotros encontrados de esa forma, bajo parecer casual;
salido del fondo del agujero; vitales y perdidos, extenuados; bajo idéntico
deseo de pesquisa, de tanteo, de futuros nuevos sueños. Tengo el gusto de
presentar la poesía de Antonio Pádua Fernandes al lector Argentino, reedición y
traducción de Cálcio (premio Mina Gerais de poesía 2010, edit. Averno, Lisboa-2011),
libro que conjuga apuesta formal y continuidad dentro de una línea temática
ensayada en Cinco lugares da fúria (2008). Búsqueda de la palabra que nombra costados
arrojados por el Mal, donde lo telúrico en espacio y letra se convierte en
límite que nombra cuerpo penumbra deambulando por zonas quebradas. Búsqueda de
espacio íntimo y público latente de un pasado que es todo tiempo presente.
Antonio convive y se mueve cual detective salvaje. Voz que –aun cuando refiere
a otra lengua o genealogía– no evidencia corte entre tradición Brasilera, Chilena,
Boliviana o, acaso, Argentina. Si bien podríamos escarbar parentescos con
Ferreira Gullar, Oswald de Andrade, Alberto Pimenta; Pádua Fernandes es un
poeta versátil que digiere antropofágicamente hablando) a toda poesía
latinoamericana como para señalar punto y lugar (podría señalar incluso a
Néstor Perlongher, quien vivió mucho tiempo en Brasil y no es lejano en formas
y contenidos como los que trabaja Antonio). Por eso límites estaduales resultan
artificiales y no tienen sentido allí donde el suelo poético comparte trama de
historias, sueños y males. Pero principalmente cadáveres, cenizas y fosas. El
ciclo de la materia es el ciclo de los cuerpos que se componen y descomponen
entre la tierra y el vacío. No hay límites bio-políticos. Los cuerpos no solo
son carne y hueso, también son silencio y palabra conservada en un archivo. Vida
y muerte del registro del horror, terror de la vida que para el poder merece
ser vivida, y la que no. Poblaciones y pulsión de vida-muerte. El ciclo es el
del germen Cálcio envenenado por Masacres. Si existe una arché que establece la
clave de la forma del Cálcio malparido por masacres, entonces estará signado
por esa secuencia como ciclo. Aún cuando se quemen los cuerpos, o los
genocidios utilicen técnicas de arrojar cadáveres NN a fosas; tarde o temprano,
el humo de ceniza carbonizada o la materia viva son absorbidos por la tierra,
viaja a los ríos y mares; está en el aire. Es energía que reciben plantas y
animales, componen su fase química que se traslada a otros cuerpos. Y tarde o temprano
retorna a seres humanos vivos que, sin saberlo, reciben aquella energía en sus
cuerpos (parafraseando a Baruch Spinoza: en esa inmanencia su destino es
componer sucesivos cuerpos alegres o tristes). Cuerpos que fueron torturados y
masacrados hablarán y compondrán un futuro lenguaje dentro de nuevas
estructuras óseas y piel de futuros cuerpos, metabolizados en maldiciones de la
que no son conscientes. La repetición de un síntoma expresado por cientos de
mandíbulas balbuceantes atrapadas. Me refiero a aquello que decía Maurice
Blanchot: El designio de la ley: que los prisioneros construyan ellos mismos su
prisión. Es el momento del concepto, la marca del sistema.1 La prisión de los
cuerpos, son los propios cuerpos, una cárcel para la piel fabricada a partir de
una estructura ósea maldita por origen. Como dice por ahí Antonio:… ¿y si
liberásemos a las paredes / construyendo para cada prisionero / una jaula hecha
con sus propios huesos?
O
dicho para la poesía latinoamericana: la prisión de la poesía de nuestro
continente serían los versos cuya cárcel contiene el vacío de una estructura
compuesta de egoísmo y desencuentro, ante la pila de cadáveres que no vimos o
escuchamos. La maldición del Cálcio se recicla continuamente porque los muertos
están incómodos, y todavía no están a salvo de la antigua destrucción como
seres vivos. De allí que perpetúen la maldición. Esa es la cárcel de la
comunidad, el cuerpo como realidad política que hoy intenta acercar fronteras y
liberarse. El dialogo intergeneracional con los muertos desaparecidos del
continente es latencia; y en la romántica que defecciona hay poetas cuyo
destino es ser médiums de la naturaleza torturada, para intentar hacer algo con
eso. Son los que tienen el don de atizar en el pasado la chispa de la
esperanza. Los que portan, o quieren un legado mesiánico que trastoca la
dialéctica de la Historia. Pero para atizar, hay que hurgar en quejidos,
murmullos, chasquidos de huesos espectrales que son descoyuntados en noches
infernales; y eso implica sumergirse en la memoria poética del perpetrador
biopolítico y su sueño de exterminio. Tamaño desafío el de Odiseo
circunstancial, que a la vez busca registros, despliega una lengua experiencia
que tiene la capacidad de contar hurgando en la voz-agonía del interrogatorio,
confesión hálito de condenado, escritura de máquina que escribe la sentencia
que Kafka pensó para la Colonia Penitenciaria, pero no imaginó como secuencia
fraguada al ciclo de una escritura con huesos, ceniza y el Cálcio. Esta máquina
lee la sangre / y escribe con huesos / 90 % del polvo se compone el mundo… Hay
algo de la poesía de Pádua Fernandes que me recuerda a La sonrisa de Hiroshima
de Eugen Jebeleanu, quizás la poesía que nace de los peores abismos e intenta
renovar un aire contaminado por los horrores del siglo XX, y los que todavía
siguen. De allí que para salvar a los muertos que ni siquiera fueron
reconocidos como tales, hay que salir a buscar un habla que juegue al límite
con un lenguaje canalla, y que más tarde lo exceda fabricando el Golem biopoético:
la justicia de los elementos: La rebelión de un cuerpo sólo hecho de fracturas.
Juntar materia aleatoria en esos retazos, el Cálcio ya no maldito, el Cálcio
renovado desde la garganta-mandíbula y por el toque mágico de cierta palabra
poética.
Cálcio
que puede batallar simientes de lo siniestro, y de ese modo, salvar a los
muertos. A las futuras generaciones salidas de la cárcel de los propios huesos,
o de la de sus padres en algún lugar enterrados o carcomidos: Falta la piel /
que cubra los vientos / y los convierta en un cuerpo / entero de rebelión. Una
nueva piel para los huesos de la poesía actual; la estructura ósea de una
comunidad grande biopoética, espacio de encuentro, compromiso y la solidaridad
entre los vivos de acá, y de más allá. Quiero agradecer al poeta Aníbal
Cristobo, por la traducción de este libro. Y en especial al entrañable Fabio
Weintraub, compañero de vida y consejero de Antonio en el recorrido de estas
palabras”. (Axat, prólogo de Cálcio).
DIENTES CON METACARPOS
para Julián
Mi
amigo se detiene frente al abismo
busca
a sus padres desaparecidos;
qué
encontrará, no sabemos,
cuánto
sus manos se sumergirán
en
la materia viscosa de la nada, lo ignoramos,
qué
tipo de nada, sin embargo humana,
retirarán
de ella, falta saber,
aunque
imaginemos
que
en el fondo del abismo
otro
se abra
y
después otro
indefinidamente.
Veo
que mi amigo murmura,
pero
no a mí;
les
habla a sus manos,
les
enseña que el abismo es una tierra
sobre
la cual pisamos
todos
los días
y
que puede ser excavado
de
la misma forma que el tuétano
dentro
de los huesos.
Él les susurra a sus manos
En el mundo entero
hay casi únicamente
desabrigo,
todos los refugios de la
humanidad
se componen principalmente
del abismo.
Los felices que allí caen
parecen creer
que nada hay más profundo
que lo humano
y que los hombres
desde siempre
fueron hijos de la caída.
Sus
propias manos no le creen.
Mi
amigo salta al abismo;
grito,
pero la caída no ocurre,
lo
retiene en la superficie
la
superficie de la nada.
REESCRITURA DE TEXTOS PERIODÍSTICOS
LLEVADOS A LA POESÍA Y VICEVERSA
El
periodista, de la sección Sociedad de Página / 12, Horacio Cecchi, a su vez, se
le animó a “Musulmán o biopoética”. Si bien aclaró que no es un crítico literario
(Axat había comentado que los poemas de su libro estaban en comunicación e
íntima relación con artículos de Cecchi), comentó lo sugestivo de entrecruzar
la poesía con temas de coyuntura, en este caso, la desprotección en la que
viven jóvenes en situación de marginalidad, el gatillo fácil, etc.
“Julián
Axat piensa que con la palabra se puede hacer justicia. Que hay algo así como
una justicia poética, justicia desde la palabra. Porque hay expulsados
del lenguaje. De allí poner en palabra a los que no tienen palabra, sin
sacarles o sustituir su voz, se convierte en un acto de justicia (poética)
hacia los que no tienen nada que perder. Aquellos que fueron expulsados de la
vida hacia un lugar que el cliché de las palabras no alcanza a nombrar/testimoniar;
pero sí a exterminar. Hurgar en los fragmentos (pasajes) que designan-fabrican
musulmanes, a los que Axat defiende como defensor y los que él trae a hablar
desde el poema. Los defiende en los dos planos porque para Axat no hay una
línea divisoria entre poesía y derecho (si la justicia no está, entonces la
poesía estará del lado de los vencidos). En definitiva, líneas que trazamos
nosotros para no ver los rostros invisibles y mudos”. (Palabras de Guido L.
Croxatto, en contratapa del libro).
BANFIELD 0 – 1
el
“loquito de la
bonaerense”
salió de casa /
a
la caza! Dice el señor ministro
y
los uniformes
se
retraen para que /
los
cuerpos desnudos
asuman
su protocolo
y
la mano ducha/
vaya
al percutor indómito
a
una espalda
al
lunar de la espalada
en
la zona X del conurbano
cae
el cuerpo /
a
la distancia / la secta
que
gatilla
ratifica
su sistema y /
el
señor ministro lo separa
por
exceso
Concluida
las exposiciones, se generó un ida y vuelta de preguntas y respuestas con el público.
Al final, el dialogo se siguió, hasta una incierta hora, en una pizzería cercana
al Malvinas.