TALLER-ENCUENTRO LA POESÍA, CITY BELL - LA PLATA

lunes, 30 de mayo de 2011

CITY BELL, V FESTIVAL INTERNACIONAL POESÍA PALABRA EN EL MUNDO 2011


Suplemento NORTE, viernes 27 de mayo de 2011


Entre la lluvia, apenas,
entre ramas diviso
un caminito
que lleva al mar

Otsuji (¿1854-1923?)


Raúl González Tuñón
Salud a la cofradía

Canción para vagabundos
compuesta por Juancito Caminador


Salud a la cofradía
trotacalle y trotamundo.
Todo nos falta en el mundo,
todo menos la alegría.

Y viva la santa unión
de Sin ropas y Sin tierras.
Todo nos falta en la tierra.
Todo menos la ilusión.

Corto sueño y larga andanza
en constante despedida.
Todo nos falta en la vida.
Todo menos la esperanza.

Amigos de las botellas
pero poco del trabajo.
Todo nos falta aquí abajo.
Todo, menos las estrellas.

Inofensiva locura,
sin razón de vagabundo.
Todo nos falta en el mundo.
Todo, menos sepultura.

Prosigamos, si dios quiere,
nuestro camino sin dios,
pues siempre se dice adiós,
y una sola vez se muere.

ITALIA, por Miguel D’Elia

He viajado por el mundo
Que fueron cinco provincias
Escuché
Y también proyectamos
O quizá fuimos familia
De a pie y portazos
Hablando con botones
Cuatro días de corrido.
Tuvimos sed y hambres de animal
Yo fui perro por ejemplo
Y escritor y chofer
Soñé
Sin fumar
Fuimos enviados
Por decisión
Sin mujer ni dios
He viajado por el mundo
Sin empujón
Esperando el turno
Esperando el momento de pasar.



“Ciudad en otoño”, poema de Mario Porro

La ciudad
reverbera
Mujeres y hombres
llevan su mundo
en la bufanda

Los pocos árboles
dejan caer sus hojas
Indiferentes

Un frior
con el viento
lleva
de puerta en puerta
los vestigios de un dios
El dolor ya superado
La alegría también

Automóviles micros
cargan gente
confortablemente enjaulada

Un pájaro
ciudadano
quién sabe qué busca

Maravilla
esta vida
sobre la vida
Que el hombre inventa
para vivir

En la plaza
Las parejas
y los ancianos
saben de la vida
y de la muerte


RETRATO INCONCLUSO EN LA MEMORIA, por Carlos Aprea

Lo que me queda de vos
no alcanza
a dibujar
un pálido identikit,
apenas una luz sombría y el regusto
amargo
de lo incompleto,
lo que no llega a ser
y por eso perturba.

No se si estás aún
en este mundo,
o te fuiste,
en la guerra impiadosa
de nuestra pálida prehistoria,

se que estuviste allí
donde ardía una pasión
muy joven.

Al borde de una foto
envejecida
de donde te han borrado,
o te he borrado yo,
patético agente
de una Checa invisible,
como si fueses un peligro
para alguien
que ha sobrevivido,
como yo,
y debe algunos pagos
no solo al destino.

Ambiguo rostro
de quien, frente al arribo
al puerto
de las maravillas
que esta vida aún sostiene,
persiste en popa,
disimuladamente,
como un testigo

silencioso,
pertinaz,
indestructible,
de la estela que va
quedando
atrás.



PARA QUÉ, de José María Pallaoro


Para qué dormir
si en sueños

el cielo es el cielo
la tierra es la tierra

y nosotros
dos pájaros

que se cruzan

y no se reconocen


PIERCING, por Javier Adúriz (Buenos Aires, 1948-2011)

1.

Hijo, qué sorpresa me das
con ese sólido arito colgándote del iris.
Pasear un cuerpo atado a las pulsiones
es inquietante sí, por lo que sabe
a revuelta generacional...
Lo nuestro fue más ensoñado siempre.

¡De verdad!, no creo que hayamos sido
unos ilusos mejores o peores. Que yo sepa
el sol salía igual que para ustedes
mientras el mar batía los acantilados.
Fuimos masacrados nada más.
Quiero ser directo, disculpame.

La diferencia radica tal vez en los matices.
Como ayer, la historia hierve como ácido.
No te rías. Por qué buscar solución
en la materia, si la cuestión del espíritu urge.
Pero es cierto, no tenemos casi derecho a importunar:
la ley del fracaso no levanta la voz.

Aun así, guarda un vago consuelo
sostener pensamiento sobre casi todo.
Opinar fue la forma de ser libres. Sí,
más mentira para más verdad...
No me pegues. Nadie te quita la palabra
aun cuando sea tan gestual lo tuyo.

Y no sabés, querido, cuánto reconforta
que hayas resuelto confiarme el sueño.
..........Aplicarte un ancla en el escroto
no suena nada mal, habida cuenta
que parece otro gesto sobre el aquí y ahora,
esta turra injusticia que nos ahoga a todos,

eso tanto más viejo que nosotros,
que vos y yo.


2.

Viejo, siempre en estado de pancarta.
No entendés nada. (Tampoco hay tanto
que entender, poner el cuerpo nada más.)
Me hablás de espíritu. De qué espíritu
hablás. ¿No ves que eso de ser libre
brilla sólo en tu baldosa? ¿No ves
la radiación por todas partes?
Vivís entre abstracciones. No quiero ir
a tus libros ni al pasado. Entre otras cosas
porque ahí estás vos y tu ficción
de perdedores. No quiero terminar
llorando y ¿sabés?,
me voy a perforar el cuerpo y pintar
la carne hasta que se me dé la gana.
Digo,
¿por qué no fumamos uno de los buenos
y la seguimos disueltos en el humo?



Ella siempre, de Néstor Mux

Con ella naufragamos muchas veces
y combatimos otras tantas
por reconquistar la paz que merecemos.

Con ella nunca dejamos de intentar el cielo
a pesar de saberlo apoyado sobre esta tierra
cada vez más difícil.

Con ella soy, somos y son nuestros hijos,
sin más armas que las que nos da
este profundo e inexorable deseo de vivir.

Con ella, lejos de la melancolía del mundo,
nos perpetuamos en el amor
por esa luz tenue, humilde, pero empecinada
que nos alumbra por dentro y que no quiere apagarse.


INDEFENSA SE VA, por Alejandra Leonor Parra

Indefensa se va
derritiendo al sol
la virtud del cordero

El malvón mira al jazmín que mira a la rosa que mira al laurel
Se pegan en una sombra
para salvar el mundo



QUEDÁNDOTE O YÉNDOTE, de Luis Alberto Spinetta

Y deberás plantar
y ver así a la flor nacer

Y deberás crear
si quieres ver a tu tierra en paz

El sol empuja con su luz
el cielo brilla renovando la vida

Y deberás amar
amar, amar hasta morir
y deberás crecer
sabiendo reír y llorar

La lluvia borra la maldad
y lava todas las heridas de tu alma

De ti saldrá la luz
tan solo así serás feliz
y deberás luchar
si quieres descubrir la fe

La lluvia borra la maldad
y lava todas las heridas de tu alma

Este agua lleva en sí
la fuerza del fuego
la voz que responde por ti
por mí

Y esto será siempre así
quedándote o yéndote


LUMPEN BARRIO (16.JUL.07), por Diego Vallejo

I

En mi ciudad los desesperados
pintan las paredes
niegan a su madre y a dios
rebajan sus cabezas
y maldicen en forma trivial
con las manos apretadas de pintura azul
y las ilusiones fabulosas
reservadas de temprano
para el morbo del otoño.

Los náufragos caen en lentas bandadas
olisqueando el barrio lúgubre y adoquinado
como perros quebrados
bajo el viento permanente.

Caen, sobrevuelan,
algunos roban carteras,
manosean mujeres a plena luz,
miran de costado antes de actuar
con la gorra hundida en el cráneo
como medias de malvivientes a medio poner,
y sangran lo justo.

Los veteranos se silencian con los nuevos
les demoran el corazón:
lloran cuando sus rostros infantiles
se deforman entre las vías.

II

Cuando bailan en el galpón
de piso de tierra alisado
con uvas machacadas y vencidas
aferran una mujer morena por el cuello,
susurran palabras cortas al oído,
y ellas se tapan la dentadura con la mano izquierda
un mareo les sube entonces
desde lo hondo de la dignidad
y en el vino
y en brazos de la mujer-báculo, compañera,
por un momento son ellos mismos

Los habitantes de este lado de la luz
quieren vino caliente
y mujeres gordas y maternales
que los conformen
y los hagan hombres por un rato.

Vuelan entre la basura
y quiebran lanzas,
dignos como un soldado de piedra.

III

De día van a la obra
y cuelgan mosquitos agudos,
se acalambran de pórlan,
contemplan cómo la llana
les corroe lentamente sus miembros,
cucharean despacio
y gritan en guaraní
a las negras pasajeras.

Tienen un payé oscuro
y florecen en las cajas del vino agrio.

IV

Los marginados murmuran un chamamé
atragantados por el recuerdo de un estero rojo,
luego, cortan una tráquea
y lagrimean sobre su memoria
repitiéndose: "el otro sabía pelear, fue en buena ley"...
al cabo de un atardecer cementado en la ciudad.

Los sobrevivientes han visto las villeras de ropa glacial,
han tallado la piedra con sus manos incalculables,
han estrechado la cintura campesina del Chagas y la Artrosis,
y aquí, en la ciudad, sus hígados y sus estómagos mustios
se los devoraron en las catacumbas
del húmedo hormigón de la cloaca.

V

Los mensú de roca bermeja
arrastran su alma por la telaraña del silencio
y son sus borceguíes supurantes y cuarteados
los que se quedan afónicos
de tanto gritar su historia y su verdad.

VI

Allá,
donde las noches violáceas del barrio de la estación,
donde los indignos sacerdotes linyeras
imponen sus heladas y venerables manos sobre el fuego encendido
de los braseros en las vías oxidadas y el yuyal,

allá,
donde los travestis acunan
y entierran angelitos fríos,
donde no conviene distinguir
los niños de las niñas,
y los autos caros abrevan fugaces,

allá,
donde el barrio se revela en hospitales públicos
y rejas de comisarías,
y mujeres con marcas de color lila en la piel
esperan interminables en la puerta de la cárcel,

allá,
es donde el río de sangre caliente y encofrada
se destraba en cruces y flores de plástico.

Allá,
allá es,
donde los desterrados retornan a la tierra
caídos en el buen combate de la orgía
donde el vino resurge
en líneas derramadas en el rostro horizontal
para amanecer finalmente
entre los pastos escarchados
y esas locomotoras y vagones
aturdidos de tanta nostalgia.


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