TALLER-ENCUENTRO LA POESÍA, CITY BELL - LA PLATA

domingo, 9 de junio de 2019

PAOLA BOCCALARI Encuentro en Lo de Pallaoro con Azucena Salpeter

Carolina Campoamor, Paola Boccalari, Mirta Perez, Azucena Salpeter,
Marcelo Steblok, Adriana Romano, José María Pallaoro, Romina Torchio y Carolina Cortazzo

APUNTES PARA AZUCENA


Ay abrazo
juntura de mi alma
estoy hecha de momentos, no me enajenes los ojos en forcejeo de ángeles.
Es tan breve el relato, en qué otro lecho podríamos contarnos hermosas mentiras.

Azucena Salpeter



Una vez más José María Pallaoro embate con su jugada.

Es otoño y nos convoca a compartir su mesa con Azucena Salpeter, una mujer poeta, narradora, médica y como a ella le gusta nombrarse, alguien que está viva, y que festeja cada movimiento de lo vívido extrayéndole el jugo poético.

Paola Boccalari
De mi parte, atravieso la puerta del taller, amalgamándome a la mesa siento el tono climático de una conversación afable que despabila agobios.

Escucho.

Su segundo libro de poesía, Y el cielo sonrió, surge como la decantación del estudio-taller que hizo con Ana María Lahitte, y en el cual en su nueva versión retorna aquella nostalgia por los orígenes que causa escritura. Una lejana oscuridad que se ve iluminada por un cielo que en su mudez sonríe.


Tapa del primer libro de poemas
de Paola Boccalari
Puertas del cielo, su tercer y hasta ahora último libro de poesía, fue editado en 1996, a raíz de un premio otorgado desde la agremiación médico platense. Es un libro con una poética en la cual se coagulan pasiones. Eclipsado por el ángel de Paul Klee las puertas del cielo se abren, y desparraman una poesía escrita desde las sombras de una respiración inundada de muerte y de vida. Con un aire enrarecido debajo de un barbijo su mirada de poeta recorre un tren, que no se detiene, y en su circularidad de ángeles no da ninguna respuesta de cómo se vive en el país del después de las entrañas. Repito, es un libro que coagula pasiones, las del ejercicio de la medicina, la nostalgia por afectos ancestrales, pasiones ejercidas y escritas desde un lenguaje en clave poética.

Tiene una novela publicada, La mitad del cielo, en el año 2000.

Azucena escribe a puro deseo, sostenida en un esqueleto de palabras, al cual se amarran como hojas de su jardín lo poético, sus ángeles, las flores y los violines.  


La Plata, 8 de junio de 2019
Paola Boccalari
 Integrante Taller Mundo despierto de José María Pallaoro




lunes, 3 de junio de 2019

CAROLINA CAMPOAMOR Encuentro en Lo de Pallaoro con Azucena Salpeter

Carolina Campoamor, Paola Boccalari, Mirta Perez, Azucena Salpeter,
Marcelo Steblok, Adriana Romano, José María Pallaoro, Romina Torchio y Carolina Cortazzo




ENCUENTRO CON AZUCENA SALPETER

       Cuando caminé otra vez por el pasillo oscuro al fondo, dejé atrás una noche fría de los últimos días de mayo. Al entrar a la sala el calor tibio me reconfortó inesperadamente.
       Estaban reunidos alrededor de la mesa con el infaltable mate, sanguchitos y medialunas. Los saludé a todos y por último a Azucena. Me sentía contenta por el placer que me daba sentarme a escuchar sobre el recorrido de una artista y escritora de poesía en primera persona, porque escuchar enriquece e inspira.
       Azucena es médica, violinista, pintora y poeta, es una mujer multifacética que entusiasma con el relato de su vida. Habló de sus orígenes judíos y de cómo su padre huyó de los nazis en Ucrania para venir a la Argentina y establecerse. El holocausto siempre nos silencia en una pausa intensa en la que nuestra humanidad se interpela.
      Azucena expresa una gran necesidad de introspección y todas las noches se refugia en su silencio interno para que fluyan las palabras que hacen nacer los poemas y sus reflexiones. Ella empezó a escribir muy temprano en su infancia y nunca pudo dejar de hacerlo y así ha respirado las ideas y las palabras como una nutrición esencial de toda su vida.
       Anoté sólo algunos de los títulos de sus libros, ya que entre mate y mate preferí dedicarme a escucharla y observé un componente fuertemente espiritual y existencial en su persona aunque no religioso, por ejemplo en Y el cielo sonrió que habla de la indiferencia con la que el cielo nos trata cuando buscamos respuestas a tantas cosas y entonces sonríe para simplemente callar.   
       También habló de sus emociones cuando al mirar la pared de su patio se siente mal a medida que la humedad la va llenado de manchas verdosas y oscuras y entonces la pinta de blanco. Sin embargo otras veces, con otro estado anímico más apacible, permite que las manchas aparezcan y entonces descubre que tienen una riqueza visual propia y que tal vez la blancura del muro necesite de la oscuridad para poder ser.
       En su proceso creativo, tanto en la pintura como en la escritura, se deja llevar por lo que vaya surgiendo y nunca sabe realmente hacia donde la llevarán los colores y las formas ya que nunca boceta ni cuadros ni poemas. Mirta comentó que interpretaba algunos de sus versos de una manera diferente de lo que Azucena había querido transmitir y eso fue considerado como algo muy interesante ya que todas las lecturas van enriqueciendo el poema a partir de las diferentes miradas de cada uno.   

        En la biblioteca que estaba enfrente de la mesa alguien había ubicado en el estante superior el cuadro pintado por Azucena. Me gustó bautizarlo “La mujer de las sombras moradas”. A todos nos llamó mucho la atención tanto por sus pinceladas difusas como por lo enigmático de la figura. Detrás del ala de su sombrero nos observaba con su sonrisa insinuada y me imaginé que era otra Azucena, de otro momento, tal vez de otro espacio, que guardaba en secreto otras historias que llegado el tiempo estaría dispuesta a rebelar.


Carolina Campoamor nació en 1960 en La Plata.
Integrante del Taller Mundo Despierto.