TALLER-ENCUENTRO LA POESÍA, CITY BELL - LA PLATA

lunes, 3 de junio de 2019

CAROLINA CAMPOAMOR Encuentro en Lo de Pallaoro con Azucena Salpeter

Carolina Campoamor, Paola Boccalari, Mirta Perez, Azucena Salpeter,
Marcelo Steblok, Adriana Romano, José María Pallaoro, Romina Torchio y Carolina Cortazzo




ENCUENTRO CON AZUCENA SALPETER

       Cuando caminé otra vez por el pasillo oscuro al fondo, dejé atrás una noche fría de los últimos días de mayo. Al entrar a la sala el calor tibio me reconfortó inesperadamente.
       Estaban reunidos alrededor de la mesa con el infaltable mate, sanguchitos y medialunas. Los saludé a todos y por último a Azucena. Me sentía contenta por el placer que me daba sentarme a escuchar sobre el recorrido de una artista y escritora de poesía en primera persona, porque escuchar enriquece e inspira.
       Azucena es médica, violinista, pintora y poeta, es una mujer multifacética que entusiasma con el relato de su vida. Habló de sus orígenes judíos y de cómo su padre huyó de los nazis en Ucrania para venir a la Argentina y establecerse. El holocausto siempre nos silencia en una pausa intensa en la que nuestra humanidad se interpela.
      Azucena expresa una gran necesidad de introspección y todas las noches se refugia en su silencio interno para que fluyan las palabras que hacen nacer los poemas y sus reflexiones. Ella empezó a escribir muy temprano en su infancia y nunca pudo dejar de hacerlo y así ha respirado las ideas y las palabras como una nutrición esencial de toda su vida.
       Anoté sólo algunos de los títulos de sus libros, ya que entre mate y mate preferí dedicarme a escucharla y observé un componente fuertemente espiritual y existencial en su persona aunque no religioso, por ejemplo en Y el cielo sonrió que habla de la indiferencia con la que el cielo nos trata cuando buscamos respuestas a tantas cosas y entonces sonríe para simplemente callar.   
       También habló de sus emociones cuando al mirar la pared de su patio se siente mal a medida que la humedad la va llenado de manchas verdosas y oscuras y entonces la pinta de blanco. Sin embargo otras veces, con otro estado anímico más apacible, permite que las manchas aparezcan y entonces descubre que tienen una riqueza visual propia y que tal vez la blancura del muro necesite de la oscuridad para poder ser.
       En su proceso creativo, tanto en la pintura como en la escritura, se deja llevar por lo que vaya surgiendo y nunca sabe realmente hacia donde la llevarán los colores y las formas ya que nunca boceta ni cuadros ni poemas. Mirta comentó que interpretaba algunos de sus versos de una manera diferente de lo que Azucena había querido transmitir y eso fue considerado como algo muy interesante ya que todas las lecturas van enriqueciendo el poema a partir de las diferentes miradas de cada uno.   

        En la biblioteca que estaba enfrente de la mesa alguien había ubicado en el estante superior el cuadro pintado por Azucena. Me gustó bautizarlo “La mujer de las sombras moradas”. A todos nos llamó mucho la atención tanto por sus pinceladas difusas como por lo enigmático de la figura. Detrás del ala de su sombrero nos observaba con su sonrisa insinuada y me imaginé que era otra Azucena, de otro momento, tal vez de otro espacio, que guardaba en secreto otras historias que llegado el tiempo estaría dispuesta a rebelar.


Carolina Campoamor nació en 1960 en La Plata.
Integrante del Taller Mundo Despierto.

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