TALLER-ENCUENTRO LA POESÍA, CITY BELL - LA PLATA
viernes, 29 de abril de 2011
Carlos Aprea y dos poetas triestinos, Prenz y Kravos, en City Bell
Trieste (en esloveno, Trst; en friulano, Triest) es una antigua ciudad romana, cruce de civilizaciones y de límites cambiantes, situada en el norte de Italia, a orillas del mar Adriático, fronteriza con Eslovenia. Con poco más de 200.000 habitantes, ha forjado, desde su condición de principal puerto marítimo del antiguo Imperio Austrohúngaro, una tradición de encrucijada cultural y refugio y aliento hacia el mundo literario, como en los casos de los extranjeros Rilke y J. Joyce o de los locales Italo Svevo, nacido a fines del siglo XIX, y Claudio Magris, referente de la cultura italiana actual y amigo personal de Juan Octavio Prenz a quien ubica en su elogiado libro “Microcosmos” compartiendo su mesa en el emblemático Café de San Marcos, en el centro de Trieste.
En Trieste vive Juan Octavio Prenz, poeta, filólogo, traductor del esloveno y el serbocroata, profesor de las universidades de La Plata, Buenos Aires, Ljubljana (Eslovenia) y la misma Trieste. Nacido en La Plata habitó desde niño la Ensenada del Barrio Campamento, a mediados del siglo pasado, una bulliciosa “ensalada” de lenguas inmigrantes de quienes, como Gregorio Prenz, su padre, venían a forjar un destino al amparo del trabajo en los frigoríficos, y como él, podían “gorgojear su asombroso idioma”, ya que: “camina por los atardeceres, hace amigos, entra en las tabernas, siempre alegre, niño y feliz de vivir en un planeta donde es tan fácil comunicarse”(1). Es esa argamasa de sonidos diversos, compartiendo gozosamente un espacio común, lo que marca en Prenz su temprana vocación filológica y su estilo poético.
Trieste disfruta de un clima suave y soleado, menos cuando sopla la Bora, un viento que: “llega a soplar sorpresivamente hasta 180 km/h. y entonces conviene no estar andando por las calles”, nos relata, abriendo enfáticamente sus pequeños ojos claros, Marko Kravos, poeta y literato triestino de lengua eslovena, merecedor, entre otros galardones, del Premio Nacional Esloveno, así como el conjunto de su obra mereció distinciones internacionales y fue traducido a una veintena de lenguas. Marko ha sido un activo partícipe de la vida cultural eslovena, desde distintas asociaciones de escritores y, aún con un gesto de simpatía y humor en su mirada, no olvida las marcas que la historia europea ha dejado en su historia familiar, presentes en su poesía a través de ironía y juego verbal no exentos de lirismo.
En una breve recorrida por la ciudad de La Plata, junto a Marko Kravos, Prenz nos señala la casa de la calle 44 entre 10 y 11: “aquí funcionó el Instituto de Filología de la Facultad de Humanidades, que yo dirigía y que fue incendiado por la C.N.U., en 1975”. Fue ese hecho, y posteriores amenazas de la Triple A, lo impulsaron al exilio en ese año y su destino fue la tierra de su padre y la ciudad de Trieste. Sin embargo, no es un hombre que haga concesiones a la nostalgia: “me siento argentino, yugoslavo italiano, mi identidad abarca estos tres países y no se ha creado ningún conflicto. Yo desconfío de las metáforas fáciles, los únicos que tienen necesidad de tener raíces son los árboles y si aceptamos metáforas fáciles ¿porqué no pensar que los hombres pueden tener alas?”, escuchamos en un reportaje radial de poco tiempo atrás (2).
Mientras conducimos por La Plata, Marco nos pregunta por la ciudad que observa con curiosidad:“¿con qué fábricas cuenta?”, “¿de qué viven sus habitantes?”, hablamos de su original destino de Capital de la provincia y su universidad, y al tiempo derivamos en los gustos y placeres comunes, del recuperado vino de la costa de Berisso y los vinos de Eslovenia, del cual solo conocemos alguna mención al delicado blanco Tocai. “El mejor tinto de Eslovenia es el refosk, y hay una cantidad enorme de pequeños productores, que lo venden en sus bodegas desde 3 a 5 euros la botella”, nos dice. Por un momento, sorprende que hayamos resultado en estos asuntos poco literarios, pero poco más tarde tendremos una clave para interpretar esta deriva.
Juan Octavio Prenz parece un hombre que ha hecho largamente, las paces con la vida. “Yo soy una persona en el fondo, feliz” (2). Está alegre y serenamente convencido que “no hay ningún espacio, por más pequeño que sea, que no pueda ser el espacio de la felicidad”(1). Así, con un brillo en los ojos parecido a la confianza de un niño, entra en el Taller-Encuentro La Poesía, de City Bell, junto a Marko, prestos a comenzar su inauguración y a presentar los nuevos libros del propio Kravos, del poeta Ciril Zlobec y de Saša Pavček (este último traducido por Ana Cecilia Prenz Kopušar). Es, por otra parte, la trilogía que da inicio a las Ediciones ZOE/re.
El aire calmo y la sonrisa clara de Juan Octavio Prenz, no proponen, sin embargo, confundir a nadie. La poesía, para Prenz, no se trata de una empresa fácil, pero tampoco una oscura tarea de iniciados. Ajeno a toda retórica inútil y dotado de una ironía burlona y un cinismo de raíz humanista (“ese viejo cinismo que sirve para comprender la realidad, para saber que uno vive en un mundo de experiencias muy concretas”, (2)), Prenz sigue convencido que: “Durante siglos por inhabilidad o por inercia hemos gastado más palabras de las necesarias” y que “Un poco más y el computer salvador se ocupará de rimas asonancias ritmos y de tanto palabrerío inútil.// Habrá llegado la hora de decir algo”(3).
Ana Cecilia Prenz Kopušar, doctorada en letras, docente en las universidades de Trieste, Sarajevo, Roma, etc., traductora y especialista en literatura dramática y miembro de GETEA (Grupo de Estudios de Teatro Argentino e Iberoamericano) de la UBA, esta también presente en esta inauguración, con una amplia sonrisa que no oculta la emoción de estar nuevamente en La Plata. Es la responsable de la traducción de “Esta noche en escena” trilogía dramática de la reconocida dramaturga y actriz eslovena Saša Pavček , un conjunto de obras que abordan distintas facetas de los conflictos y dramas de en una joven nación, ocupada, desde las letras, en afianzar su identidad nacional. Cecilia dirige en Eslovenia, junto a su esposo Jure Kopušar, la Casa de Kanma, lugar de encuentro y reflexión sobre América Latina y la producción cultural de esta parte del mundo. Las animadas charlas con los actores y directores invitados presentes en el Espacio dan cuenta de su interés.
Uno de los encomiables trabajos de traducción de Prenz, es una selección de poemas del poeta nacional esloveno France Prešeren, autor del himno nacional llamado... “Brindis”, cuyas estrofas fueron construidas como sucesivas copas, ¡un siglo antes de los Caligramas de Apollinaire!. “Es el único prócer nacional que llegó a prócer como poeta, y sin disparar un solo tiro” nos dice Prenz, sonriendo. El vino unió simbólicamente a los eslovenos en el himno nacional, que honra a la vid y a su fruto, además de ser un canto a la nación. No es casual entonces que hablemos de vinos y de poesía. como tampoco que Marko cuente que en Eslovenia aún crece una parra que tiene más de 400 años, que produce unos 50 lts de vino al año, y que está registrada como la parra más vieja del mundo. Brindamos entonces, junto a los viajeros y a los amigos de aquí que nos han acompañado: larga vida a este nuevo espacio en City Bell, larga vida a la poesía y a los encuentros fraternales.
Carlos Aprea
Villa Elvira, marzo de 2011
(1) Fragmentos de La palabra justa, del libro de Prenz: “Habladurías del nuevo mundo”, Ed. RIALP, Madrid, 1986.
(2) Reportaje radial de Patricia Inestroza, Roma, enero de 2009.
(3) Fragmentos de Manual de retórica, del libro de Prenz: “Cortar por lo sano”, Libros de Tierra Firme, Buenos Aires, 1987.
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